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El Ocaso de Oscar Arias: De Premio Nobel a la Soledad

A sus 85 años, el expresidente de la República y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias Sánchez, vive una realidad muy distinta a los días de poder, reconocimiento y viajes internacionales que marcaron su legado político.

El hombre que alguna vez fue recibido con honores por líderes mundiales, hoy lleva una vida tranquila, rutinaria y solitaria en su vieja casa esquinera del barrio Rohrmoser, en San José, Costa Rica.

De la política mundial al silencio cotidiano

La residencia donde vive Oscar Arias, según allegados, muestra el paso de los años: una estructura deteriorada, silenciosa y con poca actividad donde el exmandatario pasa sus días acompañado únicamente por dos personas que lo asisten en sus labores diarias.

Su rutina es sencilla y marcada por la soledad: duerme gran parte del día, come poco y mantiene como costumbre su taza de té negro cada tarde, su infaltable ritual.

Con el avance de la edad, Oscar Arias enfrenta las limitaciones propias de los adultos mayores, dependiendo de otros para su cuidado. Sin embargo, quienes lo han visitado aseguran que conserva su lucidez mental y, cuando se anima a conversar, muestra el mismo pensamiento analítico y agudeza política que lo caracterizaron durante su vida pública.

Relación distante con su familia

Aunque su historia política lo llevó a ocupar el centro de la vida nacional, su entorno familiar parece más lejano. Sus hijos lo visitan esporádicamente, un reflejo de la relación distante que se formó desde su juventud, cuando su carrera absorbía todo su tiempo.

Durante los años en que fue ministro, diputado y presidente de Costa Rica, Arias priorizó la función pública sobre la vida familiar, lo que dejó huellas en sus vínculos personales.

Oscar Arias Sánchez

Suzanne Fischel: una relación que tomó caminos separados

En 2012, Oscar Arias sorprendió al país al casarse con Suzanne Fischel, exesposa del periodista Ignacio Santos. El matrimonio causó revuelo mediático, no solo por la diferencia de edad —24 años—, sino por el contexto sentimental en que surgió. Sin embargo, con el paso de los años, la relación se tornó más distante.

Fischel reside actualmente en San Antonio de Escazú, en la casa donde vivió con Santos, la cual remodeló y donde pasa sus días acompañada de sus hijos. Dos de ellos estudian en el extranjero y la visitan ocasionalmente. Mientras tanto, Arias permanece solo en Rohrmoser. No se han divorciado, pero viven en hogares separados, al estilo de parejas que mantienen la formalidad matrimonial sin convivencia.

Entre la fortuna y la percepción de escasez

Durante décadas, se habló de la fortuna acumulada por Arias gracias a su trayectoria política, conferencias internacionales y asesorías. No obstante, personas cercanas afirman que el exmandatario cree haber gastado demasiado y se considera con menos recursos de los que realmente tiene.

El paso de los años ha transformado su visión sobre la riqueza: mientras en su juventud y madurez el dinero era símbolo de poder y éxito, hoy representa para él una carga emocional, asociada a los excesos del pasado y a la sensación de que “ya no queda tanto como antes”.

Recuerdos de gloria y controversia

Óscar Arias fue una de las figuras más destacadas de la política costarricense del siglo XX. Ganó la Presidencia en dos ocasiones (1986-1990 y 2006-2010) y recibió el Premio Nobel de la Paz en 1987 por su papel en la pacificación de Centroamérica durante los años de conflicto armado. Sus discursos eran escuchados con respeto en foros internacionales y su liderazgo fue reconocido por potencias como Estados Unidos, España y Francia.

Sin embargo, su figura también ha sido objeto de polémicas judiciales y acusaciones. Años atrás enfrentó denuncias por presunto abuso sexual, casos que fueron desestimados por los tribunales. Estas situaciones afectaron su imagen pública y su salud emocional. Hoy, ya alejado de los medios y la política, evita referirse a esos episodios.

El aislamiento y el paso del tiempo

El deterioro físico y la soledad han reducido al mínimo su participación social. Arias casi no sale de su casa, salvo por compromisos ineludibles, y quienes lo conocen aseguran que prefiere el silencio antes que la exposición.

Su nombre, alguna vez sinónimo de poder y respeto, hoy es apenas mencionado en el escenario político nacional. Algunos simpatizantes lo recuerdan con admiración, mientras otros lo asocian con un pasado de excesos y decisiones controvertidas.

Incluso, trascendió que Estados Unidos le habría retirado la visa en los últimos años, un gesto simbólico que marcó el fin de una era para quien en su tiempo fue recibido con honores en Washington y Naciones Unidas.

De la fama al olvido: una reflexión inevitable

El presente de Óscar Arias es una lección sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la gloria. De ser un líder admirado en todo el mundo, se ha convertido en un hombre solitario que observa cómo su legado se desvanece entre los recuerdos.

Quienes lo conocieron aseguran que aún reflexiona sobre su vida y sus decisiones, consciente de que el poder es pasajero y que la historia, aunque lo recordará por sus logros, también lo juzgará por sus errores.

Su historia invita a reflexionar sobre la fragilidad humana, el desgaste del poder y la realidad inevitable de la vejez. El hombre que alguna vez fue símbolo de paz, hoy vive en el silencio, acompañado de su té negro, sus memorias y la sombra del tiempo.

Créditos: Este artículo se escribió con información ampliada de la página en Facebook Sigue Escriviendo

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